• AÑO: 2009
  • EDITORES: Eva Soms y Guillermo Martínez-Taberner 

Durante siglos, los caminos que cruzaban el continente euroasiático, conocidos como la Ruta de la Seda, representaron la principal vía de intercambio de los flujos de personas, bienes e ideas procedentes de Europa, el Mediterráneo Oriental, Asia Meridional, el Sudeste Asiático y Asia Oriental. Asia Central fue el centro de estos movimientos y representó la intersección geográfica de todos estos flujos. El Gran Juego del siglo XIX mostró el interés –y también las dificultades- de las grandes potencias coloniales para controlar los territorios centroasiáticos. Actualmente, como estados independientes desde hace menos de dos décadas, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán vuelven a marcar las agendas internacionales por razones varias: por poseer recursos energéticos –limitados, pero aún por explotar- necesarios para sus vecinos europeos y asiáticos, y por ser paso obligado entre los dos extremos del espacio geográfico euroasiático.